domingo, 31 de agosto de 2008

Poder y Control

El aislamiento de la víctima es el eje del maltrato y constituye el paso en que empieza a ejercerse el dominio; el abusador es percibido como un ser omnipotente, omipresente e impune, esto genera un fuerte sentimiento de vulnerabilidad, inseguridad y pánico, que paraliza totalmente a la víctima. El agresor pretende demostrar que la mujer es de su propiedad, mediante golpes, palabras o gestos, minimiza su valor llamándola: "inútil" o "tonta", "no entiendes nada" o "no sirves para nada", entre otros destructivos calificativos. La culpa ya instalada no permite movimientos, justifica el encierro y la violencia de la que es objeto.






"La violencia hacia la mujer,
ejercida sistemáticamente por un agresor,
cumple todos los requisitos para ser calificada como tortura".

Andrés Montero - Madrid




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